La caída de Odlanier Solís

Sus tan esperados 15 minutos de fama terminaron en solo 179 segundos, en el mismo primer round del muy publicitado combate por la corona del Consejo mundial de boxeo frente al veterano ucraniano Vitali Klitschko. Las dañadas rodillas del campeón olímpico cubano Odlanier Solís no resistieron la fuerte preparación ni mucho menos el golpe propinado por el europeo.

La derecha de Klitschko impactó el lado izquierdo del rostro de Solís y este cayó  de espalda, antes de doblar la rodilla. El conteo del árbitro llegó a diez. Poco después el tatuado peleador que no parecía tener rivales en el amateurismo tuvo que ser conducido a un hospital, en Berlín.

Allí su representante, el hombre que pagó una alta cifra para que Solís decidiera continuar su carrera muy lejos de los entrenadores que lo condujeron a la gloria olímpica, confirmó una escalofriante noticia que podría echar a perder su “inversión”: Solís sufrió graves lesiones en su rodilla derecha. En términos médicos, “desgarros en el ligamento anterior cruzado y el menisco externo. También hubo daños en el cartílago de la rodilla.”

Los comentarios de la pelea realmente fueron muy negativos contra Solís y sus preparadores, quizás porque todos ellos sabían que la rodilla del peleador habanero estaba dañada mucho antes de que él subiera al ring; sin embargo, mantuvieron el combate, porque había mucho dinero de por medio, incluso para el perdedor.

Más de 20 mil personas asistieron a la Lanxess Arena, con la esperanza de presenciar un combate cerrado, que había recibido una exagerada cobertura mediática y que fue transmitido en vivo (los 179 segundos) por Epix, la nueva cadena de televisión por cable estadounidense. Los abucheos que recibió el cubano demuestran cuán decepcionados estaban los fanáticos por el deslucido desenlace del duelo.

Con 30 años la carrera de Odlanier Solís está acabada. Creo que nadie debería sentirse feliz con la noticia. Me hubiera encantado que el fornido boxeador, amplio líder de los 91 kilogramos en el mundo, siguiera dándoles medallas doradas a Cuba, en los más disímiles eventos internacionales; pero él decidió seguir otro camino. Lamentablemente ese camino parece que no terminará de la forma soñada por el hombre que ganó el título olímpico en Atenas, el hombre que estaba destinado a seguir los pasos del gran Félix Savón.

Joe Louis, la Esfinge Negra en La Habana

En nada se parecía aquel anciano, postrado en su silla de ruedas, golpeado por los años, por los infortunios y por el olvido al joven negro que maravilló al universo boxístico con su peculiar estilo y feroz consistencia que le permitieron mantener el título mundial de los pesos pesados durante 12 años.

Eran dos personas diferentes, aunque siguieran respondiendo al mismo nombre: Joseph Louis Barrows o sencillamente Joe Louis. Apenas podía moverse, su cuenta bancaria se acercaba a cero y muchos lo tildaban de loco. Este no fue el final que esperó el llamado “Bombardero de Detroit”, un hombre que en las décadas del treinta y el cuarenta del siglo pasado acabó con cuanto rival tuviera el valor de enfrentarlo sobre un cuadrilátero.

Pero la vida nunca fue fácil para Joe. Huérfano desde los cuatro años y conocedor de los más disímiles trabajos, menos el de estudiante, el boxeo apareció en su vida como una vía, quizás la única, para salir del asfixiante cuadro familiar que tenía en Detroit, la ciudad a la que se había trasladado con su madre y hermanos.

En el ring sabía cómo hacer las cosas y esto llamó la atención de grandes mafiosos-promotores del boxeo profesional, entre ellos Mike Jacobs. Su ritmo de peleas fue impresionante y nadie parecía capaz de detener a Joe. Entonces vino la fatídica noche de junio de 1936, en el Yankee Stadium, cuando el alemán Max Schmeling cortó su racha de triunfos en línea y con un K.O impresionante lo dejó tendido en la lona.

No hubo tiempo para las lamentaciones y un año después de su primer fracaso en el ring, Joe se convirtió en campeón mundial al derrotar a James J. Braddock. Así comenzaría una cadena impresionante de 25 defensas consecutivas de su corona. Por 12 años mantuvo el invicto. Incluso, en una pelea largamente esperada, el “Bombardero de Detroit” acabó con las aspiraciones de Schmeling de repetir el fuera de combate de 1937 y ahora fue él quien recibió el conteo hasta 10 en el mismo primer round.
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El Kid Paret, solo entre las cuerdas

Kid Paret cae en el Madison Square Garden

Kid Paret cae en el Madison Square Garden

Lo dejaron solo, hasta morir, y luego la historia acabó por sepultar el recuerdo de Bernardo, para el mundo del boxeo “Kid Paret”, uno de los peleadores cubanos más exitosos de finales de la primera mitad del siglo pasado.

Pero antes de llegar al combate mortal, en el Madison Square Garden neoyorquino, es necesario remontarnos a los días en que el Kid era solo Bernardo y vivía en extrema pobreza, en su natal ciudad de Santa Clara, donde se inició dentro de las doce cuerdas.

El Kid nunca aprendió a leer ni a escribir y firmaba con la huella dactilar; pero sabía cómo golpear a los rivales. Era un hombre de gran fortaleza física y podía asimilar de una manera extraordinaria los ataques de sus rivales.

Sus historias tienen muchos puntos en común, quizás demasiados, con las de otras grandes estrellas del boxeo cubano que le antecedieron y que tampoco tuvieron un final feliz. Los ejemplos sobran: Niño Valdés, Kid Gavilán, Kid Charol.

Bernardo alcanzó en Estados Unidos varios triunfos que le permitieron ocupar titulares en los medios de comunicación y su fama creció rápidamente. En abril de 1960, Benny, como ya le decían porque el nombre de Bernardo no agradaba a los organizadores del boxeo profesional, logró su primera corona mundial en los pesos welter al derrotar por puntos a Don Jordan.

Ese momento de gloria no duró mucho y siete meses después, Benny cedió el título ante su rival más encarnizado: Emile Griffith, por un fulminante nokout. Luego del revés, los intentos de los patrocinadores por un nuevo duelo entre Griffith y el Kid se intensificaron y, medio año más tarde, los dos hombres volvieron a encontrarse sobre un cuadrilátero. Esta vez las cosas salieron bien para el Benny quien reconquistó la corona universal.
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Una Serie Mundial de boxeo sin cubanos

La información apareció reflejada en múltiples sitios en Internet, lástima que muy pocos o ¿ninguno? de estos fueran del país más interesado en conocer la noticia: Cuba finalmente no asistirá a la primera Serie Mundial de boxeo que se iniciará en septiembre  y culminará en enero de 2011.

De acuerdo con lo que leí en varios de los cables, José Barrientos, el presidente de la Federación cubana y miembro de la directiva de la Asociación internacional de boxeo (AIBA, por sus siglas en inglés) fue quien anunció la decisión.

Primero, analicemos las características del evento: los supuestos mejores representantes de Asia, Europa y América, divididos en 12 equipos,  competirán en un formato de Liga por diversas ciudades del mundo, con combates de cinco asaltos, de tres minutos cada uno. Solo serán cinco divisiones, 54, 61, 73, 85 y +91 kg. A simple vista, únicamente dos de ellas son olímpicas (54 y +91). Los boxeadores no llevarán cabeceras, ni tampoco camisetas; aunque sí se respetarán las reglamentaciones del RSC y del KO, vigentes en el amateurismo. Otro detalle que no podemos olvidar: el sistema de puntuación será diferente, es decir, diez puntos para el ganador de cada round.

Los patrocinadores ponen todo el dinero, no solo para la organización, sino también para los premios de los atletas. Estas son, en resumidas líneas, algunas de las características principales de la Serie.

Una de las primeras polémicas que apareció fue la posibilidad de que peleadores profesionales se incluyeran en los equipos. Muchos—Cuba entre ellos—se negaron; luego la AIBA intentó incluir a boxeadores que hubieran saltado al profesionalismo después de la Olimpiada de Beijing, en 2008. Denegado. Todo será entre amateurs; aunque los parecidos con las peleas profesionales no son pura coincidencia.
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El Pincho del boxeo cubano

El Pincho Gutiérrez, siempre al lado de su discipulo

El Pincho Gutiérrez, siempre al lado de su discípulo

¡Estás loco! ¿A quién lleva ese negrito? Aquella fue la respuesta del hombre y con ella parecía que el destino del muchacho estaba decidido. Pero otro entrenador insistió y finalmente obtuvo la aprobación. La pelea quedó acordada para el día siguiente. Y en ella, el discípulo de los dos hombres, Johnny Cruz, recibió un enorme golpiza del “negrito ese”. Poco después se repitió la pelea y nuevamente Johnny se marchó a casa con el rostro hinchado.
Las dos brillantes demostraciones convencieron al hombre que decidió convertirse en manager de quien sería considerado como el boxeador cubano más famoso de las primeras décadas del siglo pasado. El “negrito ese” era el Kid Chocolate. Su entrenador, Luis Felipe Gutiérrez, el Pincho del boxeo cubano.
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